NT
Explicó al tribunal que la pesadilla comenzó el 9 de marzo de 1999,
cuando se disponía a aparcar en Tolosa, donde había acudido al masajista.
«Me pusieron una pistola en la sien y me tiraron al suelo».
Tras tenerla durante dos horas dando vueltas en el coche, la llevaron a casa de su madre, a quien también encañonaron.
Añadió que, tras el registro, la llevaron a Madrid, esposada a la espalda y encapuchada. Durante todo el trayecto, fue golpeada y amenazada, y le hicieron infinidad de preguntas. «Tenían un puzzle preparado, y yo era una pieza que tenía que encajar», narró Txapartegi, agregando que los guardias civiles insistieron en vincularle con Mikel Egibar y Lander Etxebarria. Pero
no fueron directamente a la capital española. A la altura del alto de
Etxegarate, detuvieron el coche, la llevaron a un bosque, y tras atarla de pies y manos, la pusieron de rodillas y realizaron un simulacro de
ejecución. «Me pusieron la pistola en la cabeza y noté cómo la apretaban».
De vuelta en el coche, empezaron a aplicarle «la bolsa» hasta producirle asfixia, una práctica que se repitió en numerosas ocasiones durante los interrogatorios.
Txapartegi explicó que en la comisaría madrileña los interrogatorios eran constantes y «cada vez más duros». Dijo que le obligaron a memorizar declaraciones previamente preparadas, en las que tenía que incriminar a otras personas y aceptar que era militante de ETA. Concretamente, que se encargaba de las infraestructura y transporte de material en Europa.
Sin embargo, la primera vez que le llevaron a declarar, rechazó hacerlo. A partir de ahí comenzaron los electrodos, las amenazas de detener a su madre y hermano… «Una vez me desnudaron, me humillaron y me tocaron los pechos», declaró. «Me anularon como persona y me humillaron como mujer. Ya me daba igual todo».
Txapartegi siguió relatando que en un momento dado, le condujeron a la habitación en la que estaba siendo interrogado Mikel Egibar que como explicó el martes, estaba encapuchado, y le obligaron a decir delante suyo lo que ellos querían, «que él me había captado».
«Luego me llevaron a una habitación contigua, y ahí me desnudan y me violan», siguió explicando. «¿Cuantas personas estaban en ese momento?», preguntó su letrado. «Cuatro».
Los interrogatorios continuaron, y con ellos el maltrato. Txapartegi señaló que no contó estos hechos al forense de la Audiencia Nacional, al que le conducían periódicamente, porque «la puerta estaba abierta y oían lo que le decía». Sólo le dijo en una ocasión que le dolían mucho las muñecas. «Me recetó una pomada y me pidió dinero para pagarla», narró.
Cuando la llevaron ante la juez, Teresa Palacios, sí denunció las torturas, pero ésta no le hizo el menor caso. También manifestó que no quería declarar, pero «me machacó a preguntas», denunció. Antes, en los pasillos de la Audiencia Nacional, los guardias civiles le habían advertido que o ratificaba su versión o volvería con ellos.