GUDARI

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Sobre las 2:30 aproximadamente, aparece la Guardia Civil en casa. Eran unos doce o catorce. Encañonan a mi marido y recorren la casa sacándonos a mi hija y a mí al pasillo, fuera de casa (…)  Al llegar a La Salve me toman las huellas y me hacen fotografías, me encierran en un calabozo (..) Al poco tiempo, media hora aproximadamente, me sacan del calabozo y me llevan a un coche, y me vuelven a hacer firmar el recibo de mis pertenencias. Al preguntar adónde me llevaban me golpean en la cabeza y me dicen que me iba a sentir «Ortega Lara», que aún les quedaba mucha cal, durante todo el viaje estuvieron amenazándome con que no iba a ser la primera desaparecida. Hice todo el viaje agachada y con los ojos cerrados. Hasta que empecé a oír más coches y gente y me dicen que me llevan al sitio del que nunca se sale, a la Dirección de la Guardia Civil en Madrid.

Después de un largo viaje llegamos a un sitio en el que me hicieron bajar del coche (iba con tres guardias civiles) y entrar por una especie de túnel, en el que empecé a recibir golpes en la cabeza y a oír frases como «ahora vas a joderte», «de aquí ya no sales», «al fin has caído»… todo esto con los ojos cerrados y mirando hacia abajo.

(…) De allí me sacaron y me llevaron a una sala, donde había unos ocho o nueve guardias civiles (por las voces) que comenzaron a decirme que tenía dos opciones: o cantaba o no salía viva, que total por un juicio más, que ya me habían cantado, que lo sabían todo, que estaban detrás de mí hace tiempo y por fin me tenían. Todo esto gritándome y empujándome entre cinco. Yo les dije que se habían equivocado y que yo no sabía nada, y empezaron a golpearme en la cabeza. Me seguían gritando y empujando, no sé cuanto tiempo duró esto hasta que me desmayé. Luego me desperté en el calabozo, boca abajo y con la cabeza mojada (…)

Al poquísimo tiempo, casi no me dio tiempo de volver a sentarme en el suelo, volvieron y me llevaron a una sala. Al entrar me abofetearon y empezaron a darme golpes en la cabeza y a empujarme, mientras me llamaban «puta asesina», «que ahora iba a saber lo que es bueno», «que si alguna vez me habían metido una botella por el culo, que ya lo iba a probar».

Me hicieron desnudar y yo seguía repitiendo que se habían equivocado, entonces uno me agarró por el cuello y otro le gritó: «¡Cuidado con las marcas!», y me empujaron, intentaron subirme a una especie de mesa entre tres o cuatro, mientras gritaban «primero por el culo y luego por el coño». En ese momento sufrí un ataque de angustia y perdí el conocimiento. Entonces me levantaron de la mesa y me pusieron en el suelo, dándome aire y diciendo: «Joder que nos la lía». Al no poder respirar intentaron hacerme el boca a boca, pero me resistí, me llevaron de nuevo al calabozo y se quedaron en la puerta hasta que normalicé la respiración (…)

Poquísimo tiempo después volvieron a por mí y me llevaron nuevamente a una sala. En esta ocasión un guardia distinto a las ocasiones anteriores me dijo que habían detenido a mi hija, que la iban a interrogar, que se jugaba el tipo por decírmelo, pero que pensase lo que iba a hacer y salió de la sala. Al abrir la puerta oí una voz que creí que era la de mi hija diciendo: «Ama, ¿dónde está mi ama?». La puerta quedó entreabierta y vi pasar (por debajo del antifaz que me habían puesto para que no viera) entre varias botas y playeras unas playeras negras y los bajos de un pantalón parecido a uno que tiene mi hija (…)

Al poco tiempo me sacaron de nuevo al forense y allí le comenté mi ataque de angustia y que no podía respirar (…) Me llevaron de nuevo a una sala y antes de entrar oí unos sollozos como los de mi hija y que decían: «Angélica, si tu ama se porta bien te irás pronto de aquí».

En la sala me dejaron sentar y empezaron a preguntarme si yo había puesto en contacto a algunas personas, yo dije que no y me dieron una patada en el pubis, diciéndome que mi hija solo llevaba un par de bofetadas pero que enseguida la ponían a punto, y un guardia le dijo a otro: «Esta hija de puta no entiende, a ver si entra en razón, olvídate de que es una cría» (…)

Al cabo de un rato más largo que los anteriores me sacaron del calabozo y me llevaron a la Audiencia. Allí reconocí mis declaraciones y no denuncié torturas, esperando solo que mi hija, sobrina y los demás estuviesen bien. Estaba confundida, asustada, como ida, muy débil (…) Me trasladaron a Carabanchel. En ingresos pensaron que era una yonki con el mono por el estado en el que estaba (…)

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